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Un guantazo a tiempo…

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Un guantazo a tiempo…

No es la solución a la mayoría de los problemas de la infancia. Aunque a la mayoría nos repugna hasta oírlo, aún hay quien piensa que con un golpe “a tiempo” se arreglarían muchas de las conductas de los niños que nos resultan inadecuadas o inoportunas a los adultos.
Empezaré siendo muy clara y muy tajante con este tema, la violencia NUNCA ES UNA SOLUCIÓN, y mucho menos me parece lícito utilizarla contra los niños. Aquí no vale eso de que el fin justifica los medios pues si el fin es educar, no debemos enseñar a nuestros hijos que el hecho de ser mayores nos da derecho a ejercer violencia sobre ellos. Pues la enseñanza que sacarán los niños de esto es que cuando sean “mayores” también podrán pegar a quienes consideren menores o inferiores a ellos. Y hablo siempre de violencia y no de castigo físico, pues aunque sea malsonante es una realidad que dar una bofetada, un cachete en el culo, o un tirón de orejas es igualmente infringir dolor físico y eso se llama violencia.
Todos sabemos que en algunos entornos aún está muy arraigada la creencia de que no sólo no es malo pegar a un niño, sino que además es positivo para su aprendizaje. Nada más lejos de la realidad, existen sobrados estudios científicos que demuestran lo contrario, un niño que ha sufrido algún tipo de violencia es más propenso a ejercer el mismo tipo de agresión en el futuro.
Como madre entiendo que hay muchas ocasiones en las que el comportamiento de tu hijo/a puede “sacarte de tus casillas”, y es en esos momentos en los que se nos puede escapar un guantazo con el ánimo de corregir esa conducta instantáneamente. Pero nosotros somos los adultos y así como nuestra responsabilidad es educar a nuestros hijos también lo es comportarnos como tales adultos y saber que somos nosotros los que debemos mantener la calma en esas situaciones.
Quizás esté ahí el quid de la cuestión, en que a veces somos los padres los que no somos capaces o no tenemos los recursos adecuados para afrontar situaciones difíciles con nuestros hijos. Y en esos casos “tiramos” de lo que sabemos hacer o de lo que nos han enseñado sin quererlo nuestros padres, sin darnos cuenta utilizamos patrones de conducta heredados que no siempre encajan con fa forma en que nosotros querríamos educar a nuestros hijos.
Desde mi punto de vista, es mucho más efectivo dotar a los padres de estrategias para afrontar situaciones conflictivas con los niños, que esperar que el niño por sí solo aprenda a resolver problemas bajo el miedo a recibir un castigo, en este caso físico. En este sentido, somos los padres los primeros que deberíamos aprender por un lado habilidades de comunicación, y por otro manejo de las emociones negativas, como la ira, la frustración, etc.

Elisa López
Psicóloga infantil y juvenil
10 en Conducta
psicologa@10enconducta.com
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