Es reconocido el papel de las emociones como facilitadoras del pensamiento, la comunicación, creatividad, toma de decisiones, relaciones interpersonales y un largo etcétera. Numerosos estudios neurocientíficos otorgan cada vez mayor importancia a las emociones en el proceso cognitivo, y concretamente en la adolescencia llegan a desbordarse, de modo que emociones generalmente consideradas negativas, como la tristeza o el miedo, resultan difíciles de gestionar y pueden llegar a bloquear los procesos de aprendizaje, al tiempo que las emociones positivas poseen un enorme potencial sobre el aprendizaje significativo.
Los estudiantes de 1º de Bachillerato del Colegio Internacional Torrequebrada, en Málaga, han vivido una experiencia emocional tan intensa que, tal como afirman, ha supuesto un punto de inflexión en ellos. Conocer en primera persona durante diez días la vida de miles de niños, mujeres y hombres en Anantapur, una de las zonas más marginales de la India, les ha hecho replantearse muchas cosas: “…Me ha hecho reflexionar sobre mí, y cómo infravaloro muchas pequeñas cosas sin darme cuenta”, afirma Isabelle, una de las estudiantes del grupo.
Junto a cuatro profesores, han convivido con los protagonistas de los proyectos de la Fundación Vicente Ferrer: un colegio de atención especial para niños sordos, centros de niños huérfanos, de niños con parálisis cerebral, de mujeres que logran salir de la injusta segregación discriminatoria impuesta por su cultura, entre otros. Cada una de estas visitas les impregnaba de emociones que hoy siguen vivas: “Me entristece saber que no volveré a ver a esas personas, pero vivirán en mi memoria para siempre”, reconoce Rubén; “La alegría que aquellos niños nos transmitieron es imborrable”, recuerda Violeta.
Además, ser conscientes de esas emociones, documentar sus efectos en ellos y comprender cómo les han afectado, les ha permitido aprender a gestionarlas: “Tuvimos que ser muy fuertes emocionalmente para no derrumbarnos ante algunas de las cosas que veíamos”, afirma Sofía Cervi. Esa gestión de las emociones, tanto positivas como negativas, ha supuesto un aprendizaje también al reconducirlas para dar forma a un precioso y ambicioso proyecto benéfico con el que se han propuesto ayudar a todas aquellas personas que, según ellos mismos afirman, han cambiado su perspectiva del mundo y su escala de valores: “Quiero ayudarte. Necesito ayudarte”, escribe Mora Spina en su diario de bitácora.
Las emociones que allí han vivido son el motor de este proyecto, y lo que están aprendiendo con su iniciativa va mucho más allá del conocimiento. Además, haber vivido en grupo esta experiencia les ha hecho comprender que unidos multiplican sus oportunidades y fortalezas para generar un impacto real.
Su proyecto, denominado “Bhai”, que significa “hermano” en hindi, tiene como objetivo comprar 70 camas hospitalarias y costear la atención médica durante un año en el Hospital de Bathallapali, cuya situación les impactó especialmente. Para lograrlo, se han organizado nombrando a dos CEOs y agrupándose en departamentos o equipos de trabajo liderados por uno de sus miembros, que han de coordinarse entre sí. Además de diferentes eventos como la organización de un torneo de fútbol, la participación en una fiesta lúdico-deportiva y musicales organizados en su colegio, están trabajando en la organización de una gala solidaria en la que esperan contar con más de 800 asistentes.
Cada fase del proyecto es un nuevo reto para ellos, y están adquiriendo conocimientos relacionados con la gestión de equipos, comunicación y marketing, organización de eventos, finanzas, etcétera. Detrás de cada iniciativa, de cada tarea y logro, siempre subyace esa conexión emocional con las personas que conocieron, que viven en una de las caras más oscuras de este mundo, y que se han propuesto llenar de luz.
Paula Fernández – Profesora Bachillerato Colegio Internacional Torrequebrada.