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Mi hijo no quiere comer: ¿qué puedo hacer?

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Mi hijo no quiere comer: ¿qué puedo hacer?

La hora de comida se convierte para muchas familias en una fuente de preocupación y en una lucha con los más pequeños de la casa. Afortunadamente, se trata de un problema con solución. Para los padres, la alimentación infantil es un tema que genera una enorme preocupación y estrés. Muchos progenitores intentan implantar diferentes estrategias para conseguir que los niños coman. Pero cuando estos problemas no se solucionan los conflictos con la comida acaban afectando a la relación madre/padre-hijos e incluso pueden generar discusiones en el seno de la pareja. Llegados a este punto la hora de la comida acaba convirtiéndose en un momento desagradable para la familia.
Los problemas a la hora de comer
Durante la infancia, lo más común es que se den periodos donde predomina el rechazo a la comida en general o a ciertos alimentos en particular. Para hacernos una idea podemos pensar en una pirámide:
– En la parte de abajo, la más numerosa, tenemos a los niños que comen de manera normal.
– El siguiente escalón de la pirámide serían los niños que tienen algún problema pero este se presenta aislado o dura poco tiempo (por ejemplo, rechaza un único alimento o rechaza un tipo de alimento por un tiempo).
– En el siguiente escalón estarían los niños con problemas moderados: escaso apetito, rechazo mantenido a alimentos o múltiples alimentos rechazados, tiempo excesivo para la ingesta de alimentación o llanto durante la comida.
– En el último escalón, el menos numeroso, sería el de los niños que presentan trastornos o problemas graves relacionados con la alimentación. Estos problemas se consideran graves cuando afectan al estado nutricional del niño o interrumpen de manera destacada con el estilo de alimentación familiar (por ejemplo, dieta extremadamente limitada). También se incluyen aquí los niños que presentan problemas físicos o biológicos que interfieren con la alimentación y que requieren atención específica (problemas gástricos o intestinales, disfagia, etc.).
A pesar de que los problemas leves y moderados relacionados con la ingesta son muy frecuentes, con el tiempo los niños pueden continuar subiendo en la pirámide. De manera que los problemas iniciales pueden acabar convirtiéndose en trastornos más graves. Por ello, la prevención y el tratamiento de estos problemas iniciales es clave para evitar problemas en el futuro.
Cómo saber si estamos ante un problema
niño comiendo.
Para saber si estamos ante un problema es necesario saber qué ocurre, cuándo y cómo. Si tienes sospechas de que tu hijo puede estar presentando algún problema te recomendamos que realices un diario relacionado con la comida durante una semana.
Una vez que lo hayas rellenado, las siguientes preguntas te pueden ayudar a saber qué problema está ocurriendo realmente:
– ¿Cuánto come y bebe mi hijo en 24 horas?
– ¿Qué tipos de alimentos está comiendo y bebiendo mi hijo? (¿y cuáles no?)
– ¿Qué tipo de alimentos toma mi hijo entre las comidas?
– ¿Recibe mi hijo más atención al negarse a comer que al comer de manera normal?
– ¿Cuál es mi reacción antes los alimentos o ante la preparación de la comida?
– ¿Tenemos una rutina a la hora de la comida (por ejemplo, todos sentados alrededor de la mesa juntos)?
– ¿Hay alguna distracción que pueda detener? (por ejemplo, ¿está encendido el televisor? ¿Están discutiendo hermanos y hermanas? ¿Está utilizando el móvil?)
– ¿Cómo se siente mi hijo? (Por ejemplo, su hijo se ve preocupado, enfadado, nervioso)
– ¿Cómo respondo cuando mi hijo no come? (¿Le insisto? ¿Le dejo a su aire? ¿Me centro en los que están comiendo?)
– ¿Hay alguna dificultad física (por ejemplo, tiene aparato, tiene dificultades para tragar, no sabe cortar adecuadamente la carne, etc.)?
– ¿Qué está haciendo mi hijo en la preparación de las comidas?
– ¿Qué hace mi hijo justo después de comer?
Claves para la hora de la comida
Instaurar una rutina. Establecer una rutina a la hora de comer puede ayudarnos a manejar el comportamiento del niño. Tener unos horarios estables de comida, ayuda al niño a tener apetito a las horas en las que suele tomar los principales alimentos. La rutina puede ayudar al niño a asumir responsabilidades en casa, si incluimos como parte de ella el poner o quitar la mesa (o su propio plato, vaso y cubiertos). Como parte de la rutina podemos establecer el tiempo de las comidas, en torno a 30 minutos puede ser suficiente.
Involucrar a los niños en la preparación. Hacerles partícipes de la preparación de las comidas, no solo fomentará su interés por ellas sino que además puede convertirse en un momento de descubrimiento sensorial (olores, texturas, sabores), de desarrollo de las habilidades motrices y de disfrute junto a la familia. A veces, la preparación de la comida es algo que no puede hacerse con calma. El día a día puede hacer difícil involucrar a los niños en la preparación de cada comida. Podemos hacerlo una vez a la semana o hacerlo solo el fin de semana si es el momento en el que tenemos más tiempo libre.
Polos de frutas
Presentar la comida de forma atractiva. La apariencia de los alimentos es clave a la hora de comer. Pensemos en muchos niños a los que no les gusta lo ‘verde’, aunque no todo lo verde sabe igual. Una presentación atractiva puede motivar al niño para probar nuevos alimentos o para disfrutar de los que ya conoce. Para muchos padres y madres, la cocina ha dejado de ser algo divertido y creativo para ser una rutina inescapable. ¿Qué tal algún taller de cocina para reencontrar esa parte divertida de la cocina o para aprender nuevas recetas? También podemos preparar la comida de la misma forma pero tener platos y cubiertos especiales para los más pequeños.
Pequeñas porciones. Es muy importante que ajustemos las porciones a la edad de los niños. En muchas ocasiones ofrecemos a los peques una cantidad excesiva y pretendemos que “se lo acaben todo”. Es preferible servirles una cantidad pequeña y darles la opción de repetir si quieren más.
Comer cuando hay hambre. En muchas ocasiones, especialmente cuando los niños ‘pican’ entre horas, pueden llegar a la hora de la comida sin hambre. Lo mejor es no forzar. Si el niño no tiene hambre tendrá que esperar a la siguiente comida o tomar una pequeña porción de la comida que toque. Tenemos que permitir a los pequeños que aprendan a responder a sus propias señales de hambre. Pero, ¡ojo! no podemos permitir el picoteo entre horas. Si, por ejemplo, a la hora del almuerzo el pequeño no tiene hambre, no debemos ofrecer alimentos hasta la merienda. En caso de que consideremos que tiene que tomar algo siempre hay que optar por una pieza de fruta o una bebida con pocos azucares.
Introducir nuevos alimentos de manera progresiva. Introducir un nuevo alimento a un niño puede necesitar entre 8 y 12 intentos. Para facilitarlo, es importante mostrar el nuevo alimento junto a un alimento que al niño le guste. Es mejor presentar los nuevos alimentos de uno en uno y probar diferentes modos de presentación (crudo, cocido, mezclado con otros alimentos, etc.).
No hablar sobre la comida. Es importante que durante la comida, no estemos constantemente centrados en si se está comiendo o no. Podemos aprovechar este rato para hablar sobre cómo nos ha ido el día o sobre lo que vamos a hacer.
No utilizar los alimentos como premios o castigos. Es importante no convertir la comida en un premio o en un castigo. Los alimentos son importantes porque ayudan al crecimiento y a la salud. Portarse bien no puede ser sinónimo de comer mal.
Evitar las distracciones. Las distracciones (televisión, móvil, etc.) hacen que la persona no preste atención al alimento que ingiere ni a las señales de hambre y anula la conversación familiar. Por ello, es importante evitar las distracciones al comer. Lo ideal es comer todos juntos, sentados y a la vez. Si no tenemos esta costumbre podemos empezar instaurándola un par de días a la semana o en una determinada comida.
Ser un modelo positivo. Debemos recordar siempre que los hijos reproducen aquellos comportamientos que ven en su entorno. De manera que si que queremos que coman tranquilos o que prueben nuevos alimentos, nosotros debemos ser los primero en manifestar estas conductas.
Reaccionar de manera adecuada. No reaccione ante los pequeños problemas del comportamiento, como hacer ruido, lloriquear o no comer. Ignórelos o hágase el distraído y tenga paciencia. El niño tiene que entender que no ganará atención por este comportamiento. Si considera que los problemas continúan observe qué circunstancias pueden estar provocándolos.
Disfrute de este momento en familia. Comer ‘sentados’ y charlar ayuda a paladear la comida y permite establecer un momento de escucha.
¡Esperamos que estos consejos os ayuden para que la hora de la comida deje de ser una guerra y pase a convertirse en un momento de disfrute familiar compartido!
Mónica Valverde Salgado
Psicóloga Sanitaria. Codirectora de Valpe Psicólogos

Puedes consultar otros artículos en nuestra sección de Psicología infantil y familiar.

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